Las autoridades del sector energético han asegurado que no habrá grandes racionamientos de electricidad por causa de la paralización de las actividades del Complejo Hidroeléctrico del Mantaro –que se inicia el domingo 24 y continuará durante marzo–. Lo que no han señalado, sin embargo, es el significado del adjetivo “grandes”: ¿Se referían a cortes totales que se prolongarían por días, o a interrupciones parciales que afectarían a determinados segmentos de la población, o sectores económicos?
Hay que recordar que el complejo del Mantaro genera el 12.6% de la oferta eléctrica del país, lo que significa que existe el riesgo de que surjan desbalances entre la oferta y la creciente demanda. Por ejemplo, en enero registró un repunte de 9.4% mientras que en diciembre aumentó 6.6%, y para este mes el propio Ministerio de Energía y Minas (MEM) proyecta que la variación será de 10%.
De presentarse restricciones del servicio, las primeras afectadas serían las empresas, pues así lo establecen las normas regulatorias, lo cual perjudicaría seriamente la actividad productiva. Imaginemos el caso de una empresa exportadora, que debe cumplir pedidos de sus clientes del exterior a plazos que no suelen ser flexibles. Sería prácticamente impensable excusar retrasos porque “no hubo luz”, ni evitar multas, penalidades o, peor aún, la cancelación de contratos.
A este poco alentador panorama debe agregarse el riesgo climático, pues las lluvias y deslizamientos podrían destruir torres y líneas de transmisión e incluso causar inundaciones en plantas generadoras. Como se sabe, la prevención ante estos fenómenos naturales –recurrentes todos los veranos– es deficiente; basta ver los destrozos ocurridos en Arequipa, Nazca y otros lugares para constatarlo.
¿Qué hacer ante esta situación? Este año, posiblemente cruzar los dedos, o adquirir grupos electrógenos y combustible para operarlos –lo cual incidiría en los costos y, por ende, en los precios–. Para los años siguientes, el gobierno tiene que retomar la promoción de inversiones en generación eléctrica, particularmente de fuentes renovables. Apostar todas las cartas al potencial del gas resultó ser un grave error y ahora estamos sufriendo las consecuencias.
Hay que recordar que el complejo del Mantaro genera el 12.6% de la oferta eléctrica del país, lo que significa que existe el riesgo de que surjan desbalances entre la oferta y la creciente demanda. Por ejemplo, en enero registró un repunte de 9.4% mientras que en diciembre aumentó 6.6%, y para este mes el propio Ministerio de Energía y Minas (MEM) proyecta que la variación será de 10%.
De presentarse restricciones del servicio, las primeras afectadas serían las empresas, pues así lo establecen las normas regulatorias, lo cual perjudicaría seriamente la actividad productiva. Imaginemos el caso de una empresa exportadora, que debe cumplir pedidos de sus clientes del exterior a plazos que no suelen ser flexibles. Sería prácticamente impensable excusar retrasos porque “no hubo luz”, ni evitar multas, penalidades o, peor aún, la cancelación de contratos.
A este poco alentador panorama debe agregarse el riesgo climático, pues las lluvias y deslizamientos podrían destruir torres y líneas de transmisión e incluso causar inundaciones en plantas generadoras. Como se sabe, la prevención ante estos fenómenos naturales –recurrentes todos los veranos– es deficiente; basta ver los destrozos ocurridos en Arequipa, Nazca y otros lugares para constatarlo.
¿Qué hacer ante esta situación? Este año, posiblemente cruzar los dedos, o adquirir grupos electrógenos y combustible para operarlos –lo cual incidiría en los costos y, por ende, en los precios–. Para los años siguientes, el gobierno tiene que retomar la promoción de inversiones en generación eléctrica, particularmente de fuentes renovables. Apostar todas las cartas al potencial del gas resultó ser un grave error y ahora estamos sufriendo las consecuencias.
Fuente: Revista Oro Negro
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