Foto: Cortesía David Pasten |
La explotación minera en el norte de Chile, primer productor mundial de cobre, busca saciar su avidez de energía con una fuente renovable y siempre disponible: el sol.
La luz solar es abundante en el norteño desierto de Atacama, que concentra la mayor radiación del planeta: entre siete y 7,5 kilovatios/hora por metro cuadrado, según estudios de la Universidad de Chile.
Si se instalaran allí paneles fotovoltaicos cubriendo un área de 400 kilómetros cuadrados, se podría abastecer todo el consumo eléctrico nacional.
Pero de momento casi toda la electricidad del norte de Chile la consume la industria minera en constante expansión, que ya absorbe 90 por ciento de la generación. El resto va a usos residenciales, comerciales y públicos.
En la región de Tarapacá, limítrofe con Bolivia, se levantan proyectos solares por 1.400 millones de dólares. Entre ellos, el parque fotovoltaico Atacama Solar generará 250 megavatios en una superficie de 1.000 hectáreas y con un costo de 773 millones de dólares.
En la misma región, el Complejo Solar Pica aspira a inyectar 90 megavatios al Sistema Interconectado del Norte Grande con una inversión de 228 millones de dólares.
En Antofagasta, un poco más al sur, pero todavía 1.700 kilómetros al norte de Santiago, la estatal Corporación Nacional del Cobre (Codelco) inauguró en junio del año pasado Calama Solar 3, la primera planta fotovoltaica industrial del país destinada a abastecer de electricidad las zonas donde opera la mina Chuquicamata.
La planta cuenta con un megavatio de potencia instalada y permitió reducir las emisiones de dióxido de carbono en 1.680 toneladas por año, según Codelco.
El interés de las empresas mineras por el sol aparece mientras estas ven fracasar uno tras otro planes energéticos tradicionales para abastecer su crecimiento, la mayoría de las veces por fallos judiciales que objetaron sus impactos ambientales.
Los costos de la energía subieron siete veces en la última década. Y la minería debe mostrar alguna reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
“Las mineras demandan diversos tipos de energía, entre ellos energía eléctrica y térmica (calentamiento y transporte)”, explicó a Tierramérica el académico Edward Fuentealba, del Departamento de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de Antofagasta.
“Las tecnologías solares pueden abastecer hoy en día la demanda térmica, lo cual significa desplazar diésel (gasóleo) o gas, lo que resulta rentable”, agregó. Chile debe importar casi todo el combustible fósil que consume.
Solarpack, la empresa española que construyó Calama Solar 3, asegura que se trata de la planta fotovoltaica más productiva del mundo por unidad de potencia instalada.
La compañía ya había construido Calama Solar 1 y 2, cada una con nueve megavatios. Y en marzo inició la instalación en Tarapacá de la planta Pozo Almonte Solar, de 25 megavatios, para suministrar durante el día 13 por ciento de la electricidad que requiere la empresa minera Doña Inés de Collahuasi.
Según Solarpack, su funcionamiento evitará la emisión de 50.000 toneladas de dióxido de carbono (CO2) por año.
Pese al entusiasmo, la energía solar tiene limitaciones porque no está disponible las 24 horas del día, explicó Fuentealba.
“Hoy puede abastecer la demanda eléctrica en un porcentaje limitado, inferior a 20 por ciento, ya sea con tecnologías fotovoltaicas o de concentración”, que utilizan lentes u otros dispositivos ópticos para concentrar gran cantidad de radiación en una pequeña superficie de células generadoras.
El almacenamiento es el problema “que está de por medio para ofertar energía en las horas sin luz solar”, precisó.
Sin embargo, en los próximos años, “tenemos la seguridad de que podemos incrementar ese porcentaje para ir desplazando combustibles fósiles hasta tener un sistema dependiente solo de energías limpias”, vaticinó.
El subsecretario de Energía de Chile, Sergio del Campo, dijo a Tierramérica que se está estudiando almacenar energía solar en sales fundidas, nitratos de sodio y de potasio, que se producen en el norte.
Esto permitiría un suministro eléctrico continuo, ya que parte del calor capturado se utiliza para calentar las sales fundidas hasta unos 570 grados y acumularlas en un gran estanque que funciona durante la noche para producir vapor, que mueve una turbina generadora de electricidad.
“Ese almacenamiento podría llevar hasta un 80 por ciento de producción de energía en el año, incluso algunos podrían llegar a 90 por ciento”, dijo Del Campo.
A largo plazo, “la energía solar, con un precio similar al del carbón, podría ser una alternativa real para el norte”, opinó.
En cambio, Juan Carlos Guajardo, director ejecutivo del Centro de Estudios del Cobre y la Minería (Cesco), cree que la solución para la escasez energética de las mineras no está en el sol.
El hambre insatisfecha de electricidad de la minería fue lo que elevó los costos, y ambos problemas solo pueden abordarse con soluciones de gran envergadura, que aseguren una oferta abundante, dijo Guajardo a Tierramérica.
La generación termoeléctrica, a carbón o gasóleo, y la hidroelectricidad, podrían dar esa respuesta. Pero los problemas ambientales o sociales mantienen frenados esos proyectos o los han hecho caer.
Este artículo fue publicado originalmente el 5 de octubre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.
Fuente: Agencia IPS
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