jueves, 6 de junio de 2013

Amazonía, una oportunidad compartida con Brasil


Bosque feraz. Es la selva tropical más grande del planeta, con una extensión de 6 millones de km cuadrados. Brasil y Perú poseen las mayores extensiones de esta región.
La Amazonía siempre ha sido un objeto de deseo. Primero por parte de los pueblos prehispánicos que intentaron colonizar esta extensa, diversa y vasta región. Luego llegaron los europeos y después los colonizadores locales. Todos empujados por la fascinación ante un territorio que se presenta pletórico de riqueza en todo sentido. Pero es justo decir que después de cada episodio de ambición colonizadora sobreviene un periodo de indiferencia y estancamiento.

En los últimos años, la Amazonía está otra vez en boca de todos. Y es como si nuevamente la descubriéramos y de pronto se le quisiera colonizar por enésima vez como en la década de los sesenta, en el primer gobierno de Fernando Belaunde Terry y su famosa Marginal de la Selva.

“Hemos comenzado a hacer carreteras, hidrovías, líneas de transmisión, ferrocarriles. Y miramos a la Amazonía como un lugar donde podemos crecer en términos económicos”, explica Juan Carlos Riveros, director de Conservación de la WWF Perú. Riveros señala que uno de los indicadores de este renovado interés por el territorio amazónico es la expansión agrícola. Tradicionalmente esta ha sido de pequeña agricultura de subsistencia (que ha implicado tumbar y quemar bosques, y seguir avanzando sobre el monte), como ha ocurrido en Amazonas, San Martín y parte de la selva central. Y también se ha mirado a la Amazonía como un emporio para el desarrollo de la ganadería, las plantaciones de caña para hacer etanol o para el sembrado de árboles en zonas que han sido degradadas.

El tema está en que el riesgo que tiene este territorio de perder bosque, terreno y biodiversidad es bastante alto, salvo excepciones como en la región San Martín, donde se tiene una lógica de gobernanza ambiental muy fuerte. En la perspectiva de aprovechar los recursos de la Amazonía, el Perú aspira a convertirse en un aliado estratégico de Brasil. Para ello, antes es necesario replicar los modelos exitosos de gestión y control del vecino país, así como auspiciar una relación horizontal con aquel gigante del continente.

DE IGUALES CON EL VECINO

Perú y Brasil comparten una inmensa área de la Amazonía, además de una extensa zona fronteriza de más de tres mil kilómetros cuadrados. Brasil posee una economía poderosa, quizá la más importante de Sudamérica, y ve al Perú –y a los otros países amazónicos– como proveedor de servicios y lugar de tránsito para sus productos. Al mismo tiempo somos un mercado para algunos de sus productos y también nos ven como fuente de energía, por las hidroeléctricas.

“No es exactamente una relación simétrica, dado que están también los intereses del sector privado, como el de las compañías brasileñas que operan en el país. Estos son elementos que no son malos por sí mismos, pero que dan la sensación de no haber un equilibrio”.

En ese sentido, señala Riveros, las mayores posibilidades de nivelar las relaciones, de modo que estas sean provechosas para ambos países, pasa por apuntalar las relaciones bilaterales Perú-Brasil a través de un organismo como la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), pero también utilizar los paralelismos que se han creado entre gobiernos regionales fronterizos y que han auspiciado vínculos productivos y menos corruptibles.

Un ejemplo de ello es la relación de Madre de Dios con el estado brasileño de Acre, con el que hay un trato horizontal, de vecino, de amigo, que va más allá de lo comercial e incluye cooperación técnica.

El modelo de Acre se basa en una fortísima gobernanza, en la que el ejercicio de la democracia se fundamenta en un sistema de organización comunitario que pide cuentas todo el tiempo, de tal forma que lo que afecta a una comunidad no se queda solo en la comunidad, sino que esta tiene un mecanismo para hacer llegar esa queja más arriba.

Además, hay un sistema de monitoreo social muy fuerte que permite a los ciudadanos hacer denuncias de la ejecución presupuestal y de la performance de sus funcionarios.

“Lo que vemos aquí es que se ha alcanzado un alto nivel de control y por lo tanto todo el mundo se porta bien. Y hay un tema de orgullo también. Acre es la región más alejada de Brasil. Lo que le quedaba entonces era generar una economía endógena basada en ganadería, para exportar carne, y eventualmente están trabajando en darle valor a la madera, con una industria de ebanistería que es una maravilla”.

Juan Carlos Riveros destaca que eso es lo que debemos imitar del vecino país y, por ejemplo, en vez de exportar madera cortada a Estados Unidos o a la China, mandarla como un mueble, en forma de un adorno o un marco de cuadro. Algunos lo hacen pero como artistas, no como productores.

“Tenemos que pasar de una economía extractiva de la Amazonía a una basada en servicios e industria. El tema es que aún no tenemos claro ese camino, ya que intervienen la corrupción, las extracciones ilegales, los cultivos ilícitos. Incluso hay un tema de violencia en algunas zonas donde hay más oro o más riqueza”.

PLANIFICACIÓN Y LEY

Para el director de conservación de WWF Perú, hay tres claves para el buen aprovechamiento y manejo de la Amazonía: legislación, fiscalización y aplicación de la ley.

En cuanto a la fiscalización, actualmente las regiones San Martín y Ucayali cuentan con su Autoridad Regional Ambiental (ARA), organismo de control que se replicará en Loreto y Madre de Dios. La labor del ARA se concentra en la fiscalización ambiental y la mejora del proceso de control social, destacándose el cómo se denuncia y quién atiende esa denuncia, todo con total transparencia.

La meta sería alcanzar un nivel de control en el que si alguien comete un delito ambiental se ponga en evidencia al infractor.

En Brasil funciona así. Los que violan las leyes ambientales están inscritos en un registro público y su delito no prescribe. Pero además se incluye un nuevo actor en este proceso de vigilancia: el mercado.

“Por ejemplo, para comercializar sus productos, a los ganaderos productores de carne y cuero se les exige no tener delitos ambientales. Si los tienen, simplemente nadie les compra. El mercado ejerce control”.

Juan Carlos Riveros dice que en el caso peruano empezamos a tener más cuidado con la Amazonía, toda vez que tenemos los ojos del vecino sobre nosotros. Pero también hay un control eficaz debido a dos factores fundamentales: las Áreas Naturales Protegidas y las comunidades indígenas. El caso de Madre de Dios es emblemático porque cerca del 50% de su territorio está en algún tipo de área designada para conservación: reservas territoriales, reservas indígenas, concesiones forestales.

El reto es llegar a definir qué es lo que queremos lograr con la Amazonía, y también quiénes son los encargados de esa definición: ¿el Estado?, ¿el partido de gobierno?, ¿Lima?, ¿el grupo humano que vive en esos territorios?

Y en ese afán es necesaria una visión que considere a la Amazonía como un todo.

“Hace unos años se dio a conocer que había libros de colegio de origen estadounidense, en los cuales se aseguraba que la Amazonía era una reserva internacional, y se armó todo un lío. Brasil podría liderar esa internacionalización si pusiera las reglas de juego de cómo debería ser el desarrollo amazónico. Tienen la fuerza, la capacidad política y la visión para hacerlo”, dice Juan Carlos Riveros, y agrega que eso requeriría una combinación de decisión política e intereses compartidos. La Amazonía merece un futuro compartido.

DEL RETO DE LA ECONOMÍA FORMAL AL ORDENAMIENTO TERRITORIAL

Las autoridades peruanas tratan de hallar soluciones para combatir la economía informal que se desarrolla en la Amazonía.

“Se habla de 80% o 90% de madera de origen ilegal que se comercializa en el mercado interno. Si no hay control, no hay impuestos. Tienes entonces una depredación constante, una erosión del capital natural, y si a esto le sumamos la agresiva minería aurífera ilegal, como en Madre de Dios, que cambia el paisaje, que corrompe y crea una economía paralela que mueve millones, no nos quedan muchas alternativas”, dice Juan Carlos Riveros.

En ese sentido, cobra importancia decidir qué se quiere hacer en los territorios amazónicos, para qué y dónde hacerlo. Eso se llama ordenamiento territorial. Y en eso, asegura Riveros, estamos avanzando. Aunque los que nos llevan la delantera son los brasileños. “Hay comunidades en Brasil donde se crían mariposas para obtener un tinte que les da color a los billetes de ciertas denominaciones que se imprimen en Francia. Y otras producen esencias para Natura, O Boticario. Saben qué hacer y dónde hacerlo”.

Riveros señala que una vez que hayamos dado respuesta a esas preguntas (qué, dónde y para qué) el siguiente paso es que tanto los ministerios del gobierno central como la empresa privada entablen alianzas que impulsen esos negocios, darles el startup.


Fuente: Diario La República

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