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En el mes de octubre del presente año, fue publicado el primer número
de la primera revista de la Procuradoría General del Estado
Plurinacional de Bolivia, con el grandilocuente título de Guardianes de
la Patria. En dicha revista, de la página veinte a la veinte y cinco se
encuentra lo que al parecer sería el artículo principal de la entrega:
“Criterios epistemológicos en la defensa legal del Estado Plurinacional
de Bolivia”.
Lo que sigue es una atención crítica a la posición que el Estado
boliviano estaría asumiendo acerca de los recursos naturales. Precisando
que el mencionado artículo no tiene nada de epistemológico, pero sí
bastante de criterios jurídico, es que a continuación articulamos los
siguientes argumentos.
1. Uno de los acontecimientos más coloniales que han tenido que
sufrir los pueblos indígena-originarios de Bolivia y del mundo entero es
el modo de producción capitalista, aquella lógica pública o privada que
explota los recursos de la naturaleza para la acumulación de riqueza en
muy pocas manos o para que dicha riqueza sea administrada por una
institución, sin mayor control social. En la historia de los diferentes
países del Abya Yala, la explotación de la Madre Tierra ha estado
precisamente a cargo de empresas transnacionales.
El hecho de que algunos Estados como el boliviano hayan desplazado
esa realidad, para ser ellos mismos las instancias que han tomado las
riendas de la explotación de la naturaleza -con finalidades socialistas,
diferentes a las finalidades neoliberales de otros Estados- no deja de
ser de ninguna manera colonial con respecto a la Madre Tierra.
Sólo por este motivo, “La lucha por la recuperación y freno a este
saqueo de recursos naturales” no “pasa por su transformación en
propiedad común, bajo la supervigilancia de un Estado Plurinacional.”(1)
Nada tan meramente formal y vacío de contenido cultural e
histórico-social, aunque sí de un alto contenido “político”.
Si bien en el plano del discurso, el Estado Plurinacional ha dejado
de ser neoliberal, para asumir ondas nacionalizadoras, ello sólo ha
traído consigo -también en el plano del discurso- la dignificación
económica, jurídica y social de ese tipo de institucionalidad, pero aún
no de las culturas indígena-originarias. Ellas continúan siendo víctimas
de las desigualdades generadas y gestionada por el capitalismo.
El Estado Plurinacional todavía no puede hacer nada realmente
significativo frente a ese tipo de determinaciones macroeconómicas,
mucho menos si el derecho del Estado Plurinacional de invertir en la
explotación e industrialización de recursos naturales, ahora en armonía
con la Madre Tierra, no han involucrado hasta ahora procesos de consulta
previa ni de control social. (No estamos hablando de la consulta
“previa” ni del “control social” que sería el efecto del consentimiento
de dirigentes cooptados por el partido de gobierno).
Es importante poner de relieve la ausencia de consulta previa y
control social en el despliegue actual Estado Plurinacional, porque es
un criterio que sirve para distinguir nacionalizaciones coloniales de
nacionalizaciones descoloniales. Las nacionalizaciones del anterior
siglo fueron descoloniales debido a que el Estado recuperó el control de
los recursos naturales, pero no para dejar de explotarlos y
comercializarlos en calidad de materia prima, sino para continuar
haciéndolo en calidad de Estado moderno.
Las nacionalizaciones del siglo XXI en Bolivia continúan teniendo ese
mismo tipo de carácter. A pesar de ciertos criterios ciudadanos, lo
cierto es que las nacionalizaciones bolivianas no han llegado a ser
descolonizadoras, porque no han supuesto el agenciamiento de las
culturas indígenas, las principales víctimas del capitalismo
transnacional y del capitalismo de Estado en ciernes. Las
nacionalizaciones del Estado Plurinacional acontecieron aún a imagen y
semejanza del “viejo” Estado Republicano, pero no a imagen y semejanza
del “nuevo” Estado Plurinacional.
2. En el marco de las críticas al capitalismo moderno, cuyas víctimas
fueron los Estados, pero infinitamente mucho más las culturas
indígenas, es sintomáticamente paradójico atestiguar que el Estado
Plurinacional no pueda ofrecer garantías de desarrollo al margen de la
participación del capital extranjero, principalmente en los campos de la
Minería y de los Hidrocarburos.
Esta paradoja da lugar a otra paradoja mayor: que el Estado
Plurinacional tampoco pueda situarse más allá del derecho internacional
de inversiones, precisamente para garantizar que el capital extranjero
continúe con esa lógica ya más que secular y colonial de seguir viendo a
la Madre Tierra y sus recursos naturales como fuente de riqueza, porque
no fue ni es ni será otra su finalidad.
Montero Lara enfatiza esto de la siguiente manera: “Para el
inversionista, la inversión es una forma de maximizar ganancias,
expandir mercados, consolidar alianzas estratégicas, desarrollar etapas
del proceso productivo o cualquier otra índole empresarial.” (2)
Naciones Unidas es parte de esta de esta encrucijada de paradojas y no
puede no ser de otro modo.
Siendo que se asume y acepta la crítica al capitalismo, ¿hasta qué
punto el Estado Plurinacional es o puede ser consecuente en la práctica,
junto a, con y por los pueblos indígena-originarios, contra lo que es e
implica el capitalismo, creyendo que declaraciones como el día de la
descolonización en Bolivia no se pueden restringir a derramar lágrimas
por la suerte que estos pueblos sufrieron en el pasado, pero que ya no
sufrirán más… “¡nunca más!”… en el proceso del Estado Plurinacional? No
cabe duda de que la respuesta pasa por la consideración de la relación
clientelar en la que terminan una buena parte de los vínculos entre el
estado y las empresas transnacionales.
Si bien esto no ha ocurrido con todas las relaciones entre el Estado y
el capital internacional, el hecho de que haya ocurrido tan sólo
algunas veces no deja de ser incongruente con el mandato constitucional
que dice: “Artículo 9. Son fines y funciones esenciales del Estado,
además de los que establece la Constitución y la ley: 1. Constituir una
sociedad justa y armoniosa, cimentada en la descolonización, sin
discriminación ni explotación, con plena justicia social, para
consolidar las identidades plurinacionales.”(3) Está claro que no se
puede descolonizar ni consolidar las identidades plurinacionales
aceptando responsabilidades jurídicas con los capitales extranjeros,
sólo para avanzar en una concepción de desarrollo que no es la de los
pueblos indígena-originarios, amén de la otra consecuencia
indiscriminada en los contextos de diversidad cultural, donde las
relaciones entre el Estado y los capitales transnacionales terminan
dando lugar a procesos de resistencia (caso de Malku Quta), donde el
Estado termina asumiendo el papel de mediador entre las reivindicaciones
de los pueblos indígenas y el “derecho” de los capitales coloniales.
Llegados a este punto, la soberanía como herramienta legal para
bregar con las empresas transnacionales se convierte en uno más de los
argumentos para tomar decisiones contra el capitalismo transnacional,
desde un capitalismo de estado, que no es menos rapaz con los recursos
naturales, porque su punto de partida es que debe explotarlos,
manufacturarlos o industrializarlos, necesariamente, en pos de una
concepción de desarrollo que no existe en ninguna de las cosmovisiones
indígena-originarias.
Todo lo demás, como por ejemplo, los arbitrajes internacionales entre
los Estados que defienden a sus capitales y los Estados anfitriones que
no necesariamente defienden a sus pueblos, si no el interés económico y
soberano sobre sus recursos naturales, no son más que una manera
discreta de colonialidad, que juega a ser neutral, suponiendo que ello
en verdad exista, lo cual no es posible si toda posición -cualquier
posición- está ya siempre determinada por valores ético-morales, que
pueden o no coalicionar con la posición de los Estados que defienden a
sus capitales o con los Estados que “defienden” sus recursos de esos
capitales.
El entrecomillado se debe a que si realmente fuera una defensa,
dichos estados no entregarían sus recursos naturales a cambio de ningún
precio, porque el origen de la vida que es la Naturaleza no puede ser
tasado; ello, desde un punto de vista indígena que no es el de la
Procuradoría General del Estado Plurinacional de Bolivia.
3. El paso de la Constitución Política del Estado Republicano, no
sólo neoliberal porque no hubo neoliberalismo sino hasta los años
ochenta del siglo XX en la historia boliviana, el paso de la
constitución Política del estado Republicano, decíamos, a la
Constitución Política del Estado Plurinacional debe ser leído, aunque en
el plano meramente formal, como el tránsito de una concepción
moderna-colonial de Estado a una concepción descolonial de Estado, es
decir, ya no moderna. La modernidad y la mayor parte de las
institucionalidades formales a las que ha dado lugar fue lo peor que le
pudo haber ocurrido a las culturas indígenas no occidentales del Abya
Yala y del resto del mundo.
El desmantelamiento de las culturas indígenas, por parte de la
modernidad y sus instituciones, se ha situado básicamente en los planos
de sus espiritualidades, educaciones, concepciones de economía y de
política. Por estos motivos, definitivamente ya no se trata de ser
modernos, sino de llevar al Estado a asumir sus responsabilidades
descoloniales, intra-interculturales y comunitarias con la
plurinacionalidad histórica, social y cultural que la hizo posible.
Quizás sobre la base de este punto de partida, recién pueda ser posible,
mucho antes de hablar de criterios epistemológicos en la defensa legal
del Estado Plurinacional, primero elucidar si esos criterios van o no a
continuar siendo racionalistas, es decir, coloniales.
Notas
(1) Hugo Raúl Montero Lara: “Criterios epistemológicos en la defensa
legal del Estado Plurinacional de Bolivia”. Revista Guardianes de la
Patria: Año1/No 1. La Paz: PGE, 2012, p. 20.
(2) Ibidem, p. 22.
(3) Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia.
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*Víctor Hugo Quintanilla Coro es licenciado en Literatura por la Universidad Mayor de San Andrés. Hizo una Maestría en Estudios Bolivianos en la Universidad Mayor de San Andrés en Convenio con la Universidad Andina Simón Bolívar. Concluyó un curso de Doctorado en Epistemología en la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno. Tiene publicaciones a nivel nacional e internacional y actualmente es docente de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación-UMSA.
*Víctor Hugo Quintanilla Coro es licenciado en Literatura por la Universidad Mayor de San Andrés. Hizo una Maestría en Estudios Bolivianos en la Universidad Mayor de San Andrés en Convenio con la Universidad Andina Simón Bolívar. Concluyó un curso de Doctorado en Epistemología en la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno. Tiene publicaciones a nivel nacional e internacional y actualmente es docente de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación-UMSA.
Fuente: SERVINDI
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