Foto: Cristina Fernández / El Comercio |
La tranquilidad de un pequeño pueblo de la sierra ancashina fue arrebatada el 25 de julio del 2012 por la explosión en la válvula de un ducto minero de cobre de la empresa Antamina. Desde ese día la historia cambió para los comuneros del centro poblado Santa Rosa y de otros caseríos del distrito de Cajacay.
A más de un año de aquel accidente que afectó la salud de decenas de pobladores, estos refieren que los malestares persisten. Cuentan que son varios los niños y adultos que aún tienen fuertes dolores de cabeza, náuseas, mareos, sangrado de nariz y pérdida de peso.
El Censopas (Centro Nacional de Salud Ocupacional y Protección del Ambiente para la Salud) realizó un examen a 919 pobladores de Cajacay para medir sus niveles de cobre, arsénico y plomo en la sangre.
Doña Dina Abarca muestra el resultado de su hija de 5 años, María Belén Ochoa: tiene niveles altos de cobre (159,50 microgramos por litro de sangre). Y existen casos de hasta 220 microgramos por litro.
“Mi niña no estuvo expuesta al derrame de minerales de Santa Rosa, ella se encontraba en mi casa [a 15 kilómetros del lugar del accidente], ¿quién me explica por qué a un año sufre dolores de cabeza y se olvida de las cosas?”, reclama. Ella cuenta entre lágrimas que padece fuertes dolores de espalda, pérdida de la visión y malestar general que le impiden apoyar a su esposo en los trabajos del campo. Por ello, junto a otros pobladores, decidió denunciar penalmente a la empresa minera.
Los comuneros no creen en los resultados que demuestran que solo 285 habitantes tienen niveles altos de cobre, plomo y arsénico en la sangre, pues consideran que el número es mucho mayor.
Fuente: Diario El Comercio
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