viernes, 18 de mayo de 2012

Hidroeléctricas sí, pero sin generar conflictos sociales ni ambientales



La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, visitará Lima con una serie de propuestas de inversión. Entre ellas, figura la construcción de cinco hidroeléctricas en la selva peruana para derivar energía a ciudades e industrias de Brasil.

Las cinco represas se construirían en el corazón cultural y ambiental de la Amazonía peruana cerca de las tres áreas protegidas más importantes del país: el Parque Nacional del Manu –Patrimonio Natural de la Humanidad–, el Parque Nacional Bahuaja Sonene y el Parque Nacional Alto Purús. 

Una cuarta quedaría dentro del Santuario Nacional Megantoni, en el Pongo de Mainique, es decir el Gran Pongo, un área sagrada para los nativos machiguengas y que fue escenario de la novela “El hablador”, del Nobel Mario Vargas Llosa.

Andes y energía

El ofrecimiento de Rousseff acarrea un alto riesgo de conflictos sociales. Las protestas contra la represa de Inambari ya se han hecho sentir, pues cerca de 5.000 personas serán desplazadas. En Paquitzapango, otra de las propuestas, más de 10.000 indígenas de la etnia asháninka serán desalojados de sus tierras para inundarlas. Tan apreciados parajes de la Amazonía peruana no deberían transformarse en una suerte de colonia hidroenergética brasileña.

Viaje a Chaglla
Partiendo de Tingo María navegamos río arriba por quebradas profundas, donde el Huallaga fluye entre grandes montañas. En esa zona la empresa brasileña Odebrecht construye Chaglla, una represa de 200 metros de altura que generará más de 400 megavatios de electricidad y se conectará directamente con la red cerca de Cerro de Pasco. El embalse cubrirá un área de 5 kilómetros cuadrados, en una zona no habitada, por lo que no hubo que reubicar a personas ni residencias, y se evitaron conflictos sociales.

Eficiencia
Chaglla es un ejemplo de que las represas en las partes altas de los Andes –con grandes gradientes altitudinales– son más eficientes, pues necesitan menos área por megavatio producido: para el caso poco más de una hectárea, mientras que Inambari produciría menos de un megavatio por cada 100 hectáreas inundadas.

CLAVES
PROPUESTA BRASILEÑA
Grandes extensiones de selva peruana serán inundadas y miles de personas tendrían que ser reubicadas.

DESTRUCCIÓN
Las represas afectarán “1’500.000 hectáreas de la selva amazónica en buen estado de conservación, con impactos irreversibles en la biodiversidad”, según reporta el hidrólogo José Serra.

CONFLICTOS
Unas 5.000 personas serán desplazadas por la represa de Inambari. Las protestas ya empezaron.

ASHÁNINKAS
De construirse Paquitzapango, más de 10.000 indígenas asháninkas serán desalojados de sus tierras, para inundarlas.

Para proteger la Amazonía
Irma Montes Patiño (*)

¿Dónde deberían localizarse entonces las necesarias represas hidroeléctricas? Para responder es bueno examinar el mapa del Perú. Allí veremos que la mayoría de los grandes ríos nace en las zonas altoandinas centrales y se abre paso por profundos cañones donde las gradientes verticales son ideales para generar energía hídrica. Son zonas poco pobladas, lo que evita el desplazamiento de personas o comunidades enteras. Hace poco visité un sitio que demuestra que las cosas pueden hacerse bien.

El proyecto cumple los estándares ambientales del Banco Interamericano (BID), principal financista. Sergio Panicali, gerente del proyecto, explica que las comunidades locales apoyan la construcción y han sido compensadas, pues parte de sus pastizales será inundada. Chaglla demuestra que hay lugares en el centro del Perú para represas que no generan conflictos socioambientales, y no desplazan a miles de pobladores ni destruyen comunidades ni ecosistemas.

El Perú necesita más energía eléctrica y hay muchos lugares en los Andes centrales idóneos para implementar hidroeléctricas sin desplazar personas ni destruir bosques amazónicos. Chaglla es un ejemplo.

(*) Conservacionista, ex secretario del Interior de la administración Clinton

PUNTO DE VISTA
Promover proyectos de energías limpias en los Andes, como hidroeléctricas y reforestar las zonas andinas, generaría puestos de trabajo, evitaría conflictos sociales, elevaría la calidad de vida de las comunidades altoandinas y, de paso, se protegerá nuestra selva amazónica, que representa el 90% de los bosques peruanos. Tal como ocurre con la hidroeléctrica de Chaglla. En esa óptica, desarrollar una industria maderera andina, moderna y competitiva es una estrategia de bajo costo y corto plazo para garantizar la paz social y el crecimiento económico rural.

Más de 7 millones de hectáreas en la sierra esperan ser recuperadas y las comunidades están ávidas por trabajarlas. Esta región constituye el 30% del territorio nacional y, según la FAO, “presenta una escasa cobertura de bosques naturales”. Impulsar una industria de la madera allí, de hecho protegerá los bosques primarios de la Amazonía de la tala ilegal, y brindará a las comunidades herramientas para superar la pobreza. Del mismo modo, las hidroeléctricas altoandinas evitarán la inundación de vastas áreas selváticas, el consecuente desplazamiento de comunidades enteras, pérdida de culturas y tradiciones y degradación de ecosistemas.

Las hidroeléctricas altoandinas han sido, desde el siglo XX, la alternativa a la demanda energética del país. El ingeniero y matemático Santiago Antúnez de Mayolo Gomero dedicó su vida a estudiar la energía potencial de los ríos andinos, proponiendo la construcción de centrales que se materializaron en la segunda mitad del siglo XX.

En el caso de la reforestación en los Andes, a finales del siglo XIX y hasta la década del 60 del siglo XX, la Cerro de Pasco Peruvian Corporation introdujo y cultivó eucaliptos en Junín, pero tras su estatización por la dictadura velasquista se detuvo esa siembra. ¿Resultado? Hoy la madera escasea en la zona.

Reforestar la sierra es prioritario para luchar contra la pobreza y lograr la inclusión social. Al integrar o reactivar esta propuesta con proyectos exitosos como Sierra Productiva o la truncada y prometedora Sierra Verde (a finales de los 90) se generan puestos de trabajo, círculos ecológicos virtuosos y oportunidades para millares de compatriotas que engrosan las estadísticas de la extrema pobreza. Todo esto evitará futuros conflictos socioambientales y protegerá nuestra Amazonía.

Fuente: El Comercio

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